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22.8.08

 

Matanpire.

Continuaba matando, en primer lugar, a los vampiros de nivel uno que no estuviesen a gusto con su nueva vida. En segundo lugar, a aquellos que los habían transformado. En menos de un día acabé con la vida de una joven. Se llamaba Bianca, había sido transformada por Kyle, y no vivía a gusto. Luego entré en el bar de vampiros más famoso del lugar… y los maté a casi todos.
Se me escaparon dos vampiresas y un vampiro de nivel uno, esclavo de una de ellas. El vampiro me atacó con unas cadenas que parecían salir de su cuerpo, lo comprendí entonces pero preferí no pensarlo en ese momento. Me distrajo y la vampira a la que estaba apunto de volar la cabeza, salió corriendo. Intenté ir a por ellos de nuevo pero las cadenas fueron hacia mi y…
Arde.
Las marcas de mi cuello arden de nuevo.
Retrocedí y me llevé las manos a ellas, me apoyé en una pared y gruñí. Mi respiración era agitada y cerré los ojos, mientras levantaba la cabeza.
Llevé mi mano torpemente al bolsillo de mi chaqueta, mientras continuaba sujetando aquellas marcas ardientes. Saqué una pequeña capsula: x-666. Abrí los ojos un poco más, mi visión no era normal. Debía darme prisa. Así pues llevé aquella pastilla a mi boca y me la tragué.
Acto seguido, eché a correr hacia fuera del local. Había hecho algo bastante grave y pronto alguien acabaría pasando por allí. Por ello, acabé perdiéndome en la oscuridad de aquella ciudad.

****

Cuando llegué a mi piso la luz solar entraba levemente por la ventana. Me deshice de mi chaqueta, dejándola sobre el sofá y caminé hacia el baño. Nada más entrar, me vi en el espejo. Me miré a los ojos por un momento, luego giré la cabeza y pude ver aquellas marcas. Entrecerré los ojos y me dispuse a desvestirme.
Tomé una ducha rápida de agua fría. La necesitaba. Era evidente que las x-666 jamás terminarían de ser aceptadas por mi cuerpo. Aunque sabía de algunos a los que sí que les funcionaba sin problemas, conmigo no era tan fácil.

Salí del baño, vestido simplemente con un pantalón y una toalla que me cubría la cabeza. Aunque no era capaz de ver, sabía qué había en cada rincón de aquella casa. No hacía mucho que me había instalado, pero lo había memorizado.
Me dejé caer sobre el sofá y encendí la TV.
-“Noticia de última hora, el famoso local nocturno Hot Melody sufrió ayer un terrible asalto. No hay supervivientes de ello, por lo que poco se sabe. Sin embargo, esta cadena ha descubierto que la policía encontró una gran cantidad de casquillos de bala”

Giré la cabeza hacia un lado mientras aún me secaba el pelo. Pues venga, ya me he hecho famoso. Qué más da…
Ladeé levemente la cabeza hasta que al final, sin darme cuenta, caí dormido.
“-Mi pequeño… deseo verte muy pronto. Pronto… para ver… cuan fuerte te volverás. Me desearás. Desearás estar a todas horas conmigo y lo único que verás será el rojo de la sangre.”

Desperté de golpe, incorporándome por instinto. Mi respiración era agitada. Oí de fondo el sonido de la televisión, ahora había un típico programa de marujas. Coloqué mi mano delante de mi rostro y gruñí:
-Joder…

Desde que desperté había un sonido que no paraba de hacer eco en mi cabeza. De pronto me di cuenta. El teléfono móvil no paraba de sonar. Puse los ojos en blanco y luego fui hacia él. Miré la pantalla. No conocía el número pero posiblemente sería trabajo, el otro trabajo. Suspiré y lo tomé entre mis manos, descolgué y respondí:
-¿Quién es?
-¿El señor Kohler?-preguntó una voz femenina al otro lado.
-El mismo.-Respondí, luego comencé a caminar hacia la cocina.- ¿Con quién hablo?
-Soy Ceres, señor Kohler.-Contestó.- Le llamó desde la Universidad de Matanpire, sección actividades extraescolares.
-¿En la universidad aún hay de eso?-Dije, sin pensar.

Oí un carraspeo, incómodo. Al parecer mi pregunta la había importunado. Sonreí levemente.
-Le llamo porque tenemos problemas con nuestro sistema informático.-Informó, ignorando mi comentario anterior.- Dejó su número hace unos días, así que hemos decidido llamarlo.
-¿Cuándo quieren que vaya?
-Ya.-por un momento pude notar que sonreía.- Siento parecer impaciente, pero tenemos trabajo aquí.
-¿En serio?
-¿Entonces viene?

Debería ser un poco más educado con la señorita Ceres.
Pero supongo que es divertido hacerla rabiar, aunque no la conozca.
-Pues…
-… Podemos llamar a otro, no se preocupe.-De pronto, pareció cambiar de opinión sobre mí.- Y eso que este año tenemos mucho, mucho presupuesto para estas cosas…
-… eh… ¡Espera!

Por un momento creí que había colgado, por lo que me quedé a la espera. Sin embargo la oí reír. Esto no quedará así, “Cerecita”. Entrecerré los ojos, algo cabreado. Ella no tardó en responder:
-Le espero, señor Kohler.
-Sentada, por favor.-Respondí, sonriendo.

Cuando le colgué mi cara cambió completamente, como si hubiese hablando con un conocido desagradable con el que tenía que mantener las formas y, nada más marcharse, pudiese mostrar mi desagrado.
Pues hoy tampoco voy a dormir. ¡Ok, dejé mi número en un montón de sitios… Pero joder! ¿A caso soy el único ingeniero que se dedica a reparar ordenadores?

****

La Universidad de Matanpire era una gran extensión de terrenos con gran cantidad de Campus alrededor de uno central. No me costó encontrar aquella sección de “Actividades Extraescolares Universitarias” y lo primero que pensé fue un “pues mira, Cerecita no mentía.”

Mientras me acercaba ví apoyada en la pared, cerca de la puerta, a una chica. A medida que podía verla con más claridad, me pareció que podía ser una estudiante, parecía muy joven. Tenía el cabello oscuro, por los hombros, un mechón cubría su rostro mientras estaba inclinada levemente hacía delante, aburrida. Llevaba un vestido muy largo, negro, de tirantes. Era muy sencillo.
Cuando llegué a la puerta, la miré de reojo, tenía los ojos azules. Ella era… Me inspiraba una sensación extraña cuando la ví. Aún así, simplemente continué mi camino y fui hacia el puesto de información. Había una señora, una anciana, estaba entretenida leyendo una revista.
Al oír mis pasos, levantó la mirada y sus ojos se clavaron en mi. Dejé el maletín de hierro en el suelo y me apoyé, por un momento, en el mostrador. Ella continuaba observándome, sin decir nada. Me molestaba un poco su mirada, sin embargo, sonreí cortésmente y pregunté:
-¿Se encuentra la señorita Ceres?
-¿Ceres?-Dijo.- Claro que sí, jovencito. ¿Es que no la has visto en la puerta?

Me giré levemente, así que aquella era… Me sorprendí al verla apoyada en el umbral de la puerta, mirándome con una ceja levantada. Así que tú sí que me has reconocido…
-El señor Kohler, supongo.-Comentó, bastante animada. Se acercó a mi, me miró de reojo y luego comenzó a andar por un pasillo.- Sígame.

Sujeté de nuevo el maletín y fui tras ella. A medida que avanzábamos por el pasillo podía ver varias puertas que llevaban a despachos, dentro había gente amargada mirando su ordenador, como suplicándole que funcionase.
-En principio le esperé sentada...-Dijo, por el pasillo.- Pero es que me cansé de hacerlo.

Abrí un poco los ojos, incrédulo, ella simplemente me miró por encima del hombro de reojo. Finalmente llegamos al despacho que estaba al final del pasillo, al entrar cerró la puerta tras nosotros.
-Bien señor Kohler.-Dijo, mientras señalaba el ordenador de aquella habitación.- Este fue el primero en fallar, además, es el ordenador central de esta sección. Por lo que hemos podido observar, se está extendiendo al resto de ordenadores de la universidad. Hemos recurrido a nuestros profesores de Ingeniería informática, etc. Pero todos acabaron rindiéndose.
-¿Cuándo empezó esto?-Pregunté, mientras me acercaba a la mesa y coloqué el maletín en el suelo.
-Desde hace cuatro días.-Informó, luego se giró su cabeza hacia la ventana.- Empezó por un ligero bloqueo. Este ordenador dejó de funcionar durante unos minutos, luego la conexión se restableció. Pero a medida que pasaban las horas, el tiempo de bloqueo fue aumentando. Hasta que hoy dejó de funcionar todo.
-¿Simple consecuencia del paso del tiempo o alguien intentó hacer algo?

Aún mirando por la ventana sonrió levemente, luego giró sus ojos hacia mi.
-Un profesor de informática vino.-Respondió.- El ordenador le propinó tal descarga que ahora está en el hospital.
-¡Pero eso…!-Exclamé.
-Entendería que se marchase de inmediato.
Me quité la chaqueta y la coloqué en el respaldo de la silla, luego me senté delante del ordenador. Ella me miró sorprendida, como si esperase que tras lo que me había dicho yo iba a salir corriendo. Aún así, continuó mirando por la ventana mientras yo trabajaba con aquel ordenador. Posiblemente alguien se había introducido a la base de datos de aquel ordenador, acto seguido lo hizo también con los demás y ahora buscaba algo más interesante en el resto de ordenadores. Encontré su rastro tras un largo rato, pero me quedé sorprendido. Aquel ordenador que se estaba introduciendo en aquella base de datos entraba y salía, cada vez con diferentes códigos de identificación. Intentaba parecer ser diferentes personas, pero siempre había algo que no variaba.
Sin embargo, de golpe el ventilador dejó de funcionar. La máquina comenzó a hacer sonidos extraños y, aunque intenté evitarlo, sólo pude hacer que segundos antes de estallar el ventilador funcionase un poco.
Como estaba tan interesado en arreglar aquello, no me percaté de que la explosión pudiera alcanzarme, ya que estaba muy cerca de la torre. Sin embargo, Ceres me tomó por los hombros y me arrastró, junto a la silla, algo lejos. Pero al tocarme abrí los ojos con fuerza y la miré, ella también me miraba fijamente. Palidecí un poco, pues su aspecto físico había cambiado completamente. Aunque mantenía su estatura, ahora era mucho más pálida que antes, su vestido estaba rasgado levemente. El cabello, ahora blanco, le caía por la parte derecha de la cara y sus ojos ahora eran tan rojos como la sangre. Tenía unas alas extrañas de color negro, plegadas.



Will maldijo la ciudad a las 3:29 p. m.